Fiesta de Gala

La fiesta estuvo divertida. Para los demás, obvio. Ésa era la idea, divertirlos. Yo observaba cómo la gente se divertía, cómo gritaban al coro, cómo se movían, cómo juntos todos impregnaban el aire frío con el ánimo de fiesta. 

Olvidé cómo se sentía eso. Ya no importa. Soy muy feliz viendo cómo los demás son felices. 

Veo en mi amigo su alegría: está con su novia, bailando. Se ríen juntos, se van a la mesa cansados de tanto danzar. Se ríen de algunas fotografías, asumo yo, ya que ambos ven el celular juntando sus mejillas. 

Veo la alegría de mi hermano menor: se ha divertido tanto con sus nuevos amigos que olvidó que según él no le gustaba el reggaetón. Bajo la fría noche, yo paseo entre la niebla. Salgo a ver la luna, que es la única que me recuerda que todo sigue igual. 

Llegan mis padres a buscar a mi hermano. Los abrazo de nuevo, como si volviese a ser un niño. El mismo hermoso auto de hace casi 10 años. Ojalá nunca lo cambien. Ojalá ellos no cambien nunca, y siempre estén. Luego de despedirme de ellos, camino bajo la oscuridad pensado lo absurdo de mi deseo. Pero la noche me oculta. Me permito ser estúpido por algunos minutos, y olvido que mi sueño es imposible. 

Veo la alegría de ella. Me dice que nos saquemos una foto. ¿Cómo decirle que no? ¿Cómo decirle que hace años que no me saco fotos, desde que mi rostro ya no es mi rostro? Digo que sí, sencillamente. Pero la cabina de fotos está desarmada. Hemos llegado tarde. Siempre llego en la vida tarde. Ojalá la hubiera conocido diez años antes. Veo lo feliz que es ella. Se ríe. Baila. Ríe junto a su nueva amiga. Juntos armamos un set de comida para su hija. 


Abrazo y me despido de todos los que me atrevo, ya que me cuesta dar abrazos. Doy pocos. Voy al auto. La acompaño a su casa. Por poco creemos perdernos en el camino, pero luego entre risa y risa nos encontramos, bajo una mágica canción de Pink Floyd que me sorprende que ella conozca y disfrute. 

La niebla provoca que conduzca muy lentamente. Mis pensamientos están tan atrapados en la vida, en el destino, en el tiempo, que conduzco distraído. Ella bromea con mi distracción en el semáforo, que no provoca ningún peligro. Yo me río, escudándome en la niebla. ¿Para qué confesarle todo lo que estaba pensando en ese momento? La noche es amiga eterna, de la soledad de mis melancólicos pensamientos: no puedo volverme latero y confesarle todas las reflexiones y emociones que me agobian. Hago lo que mejor sé hacer: sonreír. 

Luego de despedirnos, veo cómo rápidamente entra a su casa. Conduzco lentamente a la mía, porque la niebla ahora ya casi no me deja ver. Sólo contemplo la luna, que brilla casi azul a través de la humedad. Yo hasta apago la radio para poder escuchar mejor mis pensamientos. 

En la cama, tiro un par de mensajes por el celular. Nadie contesta. Quiero conversar con alguien, quiero asesinar este silencio y esta soledad. Nadie contesta. 

Veo el video de la presentación de la banda. Me pongo demasiado feliz de la felicidad que ellos sintieron. 
Me pongo de lado en la cama, mirando hacia la ventana que me muestra latente la luna llena, quizás la única que querrá conversar. 

Quiero pensar que me sonríe. 

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