Cómo Acarician las Hojas
Las calles están atochadas. Todos parecen muy apurados en sus labores. Yo camino con alegría, yendo siempre a ver a gente que también está alegre. Somos las excepciones: nos reímos de las cosas. En esta pequeña ciudad, bañada de un rocío permanente de otoño, nuestros rostros jóvenes (el mío menos joven que el de mis amigos) se alegran al contradecir a todo el mundo con unas sonrisas.
Él es un hombre alto y flaco. Alegre siempre de la vida. Eficiente, eficaz, transparente y asertivo, siempre está dispuesto a hacer las cosas bien y ayudar al resto. Su trabajo es maravilloso, logra cosas realmente hermosas con su vocación de educar. Hay gente que lo envidia... yo, lo admiro.
Ella es su novia. Tiene una personalidad fuertísima. Justiciera y responsable, hace lo imposible por evitar que este mundo se vuelva un lugar difícil, y lucha constantemente por lograr que se trate de manera justa a todas las personas. Le encanta dormir, regalonear con sus mascotas, reír y comer junto a todos. Yo admiro a ambos, y la felicidad que han logrado consolidar juntos como pareja.
Él es profesor de música. Un hombre espiritual, sano, de abundante cabellera y barba. Demasiado inteligente y sensible con las demás personas, intenta mantenerse en un equilibrio con todo sin dañar a nadie. Saluda con alegría, ríe mucho de la vida y se muere de cariño y ternura por su hijito, al cual dedica su vida. Su saxofón ha alegrado aún más a este hermoso colegio, llenando de melodías nuevas los rostros de los jóvenes.
Ella es demasiado alegre y hermosa para una ciudad tan pequeña como ésta. Todos hablan de ella y la admiran. Es dedicada a su trabajo, entusiasta y con buenas ideas. Nunca habla mal de la gente, es amistosa y sincera. Su amor más grande, su amada hija, es su principal motor para ser siempre una mejor persona, y hacer de este mundo un lugar mejor. También la admiro mucho, y disfruto mucho cuando conversamos de esta vida y compartimos nuestro gusto por el té.
Él es mi hermano. Lo quiero tanto como quiero al oxígeno que me da vida. Está siempre un poco enfadado por las cosas, pero al mismo tiempo, igual de contento por la vida y entusiasmado por sus sueños. Sale cada noche a velar que todo esté bien, a impartir justicia a esta ciudad y a cuidar las calles cuando todos duermen. Es sincero, apasionado, generoso y bondadoso. Ambos compartimos la soledad en compañía.
No podría estar más feliz de estar rodeado, día a día, de estos rostros alegres y jóvenes que han llenado mis días de alegría continua. A veces se me apura el corazón de sentir tanto cariño por todos, y me cuesta esconder las ganas de demostrarles mi afecto en cada oportunidad que tengo.
Cada existencia de ellos, sus miradas cuando hablamos, sus gestos, sus motivaciones para seguir viviendo, son como hojas de otoño que se van al viento, acariciando el tiempo.
Soy feliz si ellos son felices.
Comentarios
Publicar un comentario