Una Danza Eterna

No existe un eje entre las palabras y el corazón,
No existe ese recuerdo que lentamente se borró,
Lo oculté,
Bajo esa niebla que parece flotar al viento.
No hay otro lugar que este horizonte burlesco, para quien,
Se dirija la mirada a sí mismo y, comente,
Que los soles son él, al vacío, sonriente,
Detrás de esa risa en latidos de amor.

Porque hay un manto que lo cubre todo, de hermosura tiernísima,
En pensamientos al tiempo que más tarde,  han de caer:
En tarde de otoño la fiera busca a su dueña,
Por detrás,
De esos recuerdos eclipsados entre lagos de sirenas.
Y en ese manto, sepultoso, de la mirada blanca al tesoral,
Dibujar las sonrisas llovidas de rocío,
Despistadas,
Como cuando se le toma de un pétalo cintura abierta.

Yo he tratado de mirar, hacia los ojos, a ese sentimiento vacío,
Llamando arenas, desiertos, tristes torpes a la mar,
De un rayo que de truenos, desposeídos, arrancados al viento, pecador,
Me toque en las manos y delicadamente, rompa en mí el nido.
De esas manos, te hablo, que han derrotado mis instintos,
De ese amor en blanco que lentamente se volvió miel,
Que escuches mis palabras desde el otro lado del espejo,
Donde sólo hay día, para rematar el atardecer de tus nieblas…

Yo me dormí perdido, cuando soñé, estas palabras de mujer serena.
Y anoté en verso curvo, para que mi mente luego pudiera recordar
Esas voces transparentes de luces, sonidos, mentes y corazones,
Que bajo las campanas del tiempo fuera yo a desaparecer: sereno,
Como la unión de todas las cosas así lo sugiere.

Era el tiempo, cabizbajo, sereno al viento que una vez lo creó
Que se mecía en la eternidad, tambaleándose al sansón del sentimiento.
Y yo rico en palabras, gracias al recuerdo de mis propios lamentos dulces,
Reposando en pensamientos contemplando el concierto del corazón.

RECORDAR ALGO, ES MATARLO.
Y LA ETERNIDAD RECAE EN LA SENCILLA RAZÓN DE
QUE LO ÚNICO, LO IRREPETIBLE,
ES POR ESA MISMA RAZÓN ETERNO,
PORQUE NO PASARÁ NUNCA MÁS EN EL TODO.
VER AL PENSAMIENTO EN CADA ATENCIÓN, Y DESPERTAR. 

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