La Biblioteca (Extracto de "Cuando Dios Siente su Soledad")



En esos momentos aún no comprendía las variaciones del tiempo. Recuerdo que aún recorría los pasillos porque algo dentro de mí me decía que podía encontrar la respuesta a otra interrogante, aunque en ese momento era guiado solamente por la curiosidad y la intuición. Avancé algunos metros saltándome los índices de anatomía, construcción, alquimia, etc. (puesto que pensaba llevarme unos tomos al salir y no había necesidad de escudriñarlos aquí), cuando comencé a ver nombres de personas en las paredes, lo cual aumentó mi intriga. Detuve mi avanzar y comencé a examinar la pared buscando una explicación para este orden nominal. Saqué un volumen que decía “Patrones Genéticos en la Distribución de la Población Humana”. Todo me pareció coherente en él hasta que afirmaba que se podía analizar la repetición de patrones conductuales a lo largo de las generaciones con mediciones genéticas a nivel global en una población. Lo guardé. Tomé otro libro que estaba al lado del anterior. “Teoría de la Sincronicidad: la dualidad orden / caos”. Abrí este libro en la página 76:

“Los científicos, guiados por el método cartesiano, nunca habrían podido dilucidar las disparidades algebraicas del orden de los acontecimientos en el plano físico. Los prejuicios racionales sobre los cuales se basaban sus conclusiones no les permitían ampliar los horizontes de sus conclusiones axiomáticas, ni menos erradicar la dualidad entre energía y materia. Sólo fue hasta el año 2003, cuando un pensador de las Europas comenzó a agrupar datos demográficos (que a simple vista parecían aleatorios)  comprobando que los hechos atómicos en el universo tendían a agruparse en torno a patrones magnéticos de sincronicidad. Esto supuso un gran avance para…”

            También guardé ese libro bajo el brazo. Pero entonces me di cuenta.

            Como ambos libros pesaban mucho para sólo mi brazo derecho, los dejé en el suelo encima de los anteriores libros de historia que había apartado, pero entonces me percaté que sus títulos habían cambiado. ¿Eran los mismos libros, o me había equivocado al guardarlos? Pensé que se trataba de un error de mi memoria, así que volví al lugar de la estantería de donde los había sacado para cerciorarme de haber sacado el libro correcto. Miré los índices de los anaqueles pero… me caí al suelo de la sorpresa intelectual. Me mareé: a cada segundo que pasaba, los nombres escritos en cada estantería… cambiaban. Se reescribían, se reordenaban. ¡Cómo era posible! ¡Quién era el responsable de tal truco de magia! ¿Qué individuo burlesco se encargaba de confundirme con los idiomas, los índices, los libros, las nomenclaturas? Volví a revisar los libros que había apartado. Al parecer no había diferencias… pero quise ahondar más en el asunto. Volví a abrir el último libro en la página 76:

“Los científicos, guiados por el método cartesiano, nunca habrían podido dilucidar las disparidades algebraicas del orden de los acontecimientos en el plano físico. Los prejuicios racionales sobre los cuales se basaban sus conclusiones no les permitían ampliar los horizontes de sus conclusiones axiomáticas, ni menos erradicar la dualidad entre energía y materia. Sólo fue hasta el año 2002, cuando un pensador de las Europas…”

            Mi memoria no podía fallarme… ¡Había cambiado el año!

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