Lluvia Interior

Cada día va pasando, cada vez,
con menos lentitud.

Cada segundo que pasa
acaricia mi soledad.

Cada noche que se posa
me lleva de nuevo a dormir.

Pero yo, aquí dentro,
quiero sentir la lluvia caer dentro de mí,
que lave cada ventisca, y cada herida,
que el agua acaricie mi interior
como un abrazo lo haría por fuera.

Las nubes bajas, en este otoño,
se posan en mis hombros,
me tocan despistadas.
La soledad se ha vuelto
la mejor consejera,
la única consoladora.

¿Cuándo Dios sentirá su soledad?

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