La Lluvia de Mayo

Todas las noches blanquecinas se ha vuelto largas y entusiastas. Casi no veo la luz del sol, la evito porque me marca la piel. Vivo de noche, pienso de noche, siento de noche. Durante el día, camino perplejo y pensativo, mostrando aprecio y ternura por el mundo que se aparece frente a mis ojos. 

Soñoliento, sigo a mi espíritu hacia las personas que quiero. Me esfuerzo por abrir mi corazón, de a poco, para superar mi, a veces, melancolía. El dolor físico de los cálculos del mes pasado me tocó fuerte, me remeció, me hizo acordarme de lo los sentimientos que no tengo que reprimir, y que la rabia que a veces muestro no es mía, no soy yo. 

Han habido grandes momentos, todos de noche. Una cena entre colegas, se llena de alegría y fraternidad. Una tocata de jazz llena mi espíritu de fuego. Una ceremonia de premiación, sublime, me permite mostrar todos mis sentimientos por primera vez, frente a todos, en una canción en la que demuestro toda mi emotividad, al mismo tiempo que quise cooperar en todo lo posible con mis palabras, de manera anónima. 

Han existido momentos llenos de cariño, en donde la abrazo, tomo su mano, siento su alma acompañando la mía. Mi corazón se encuentra con el suyo. Ambos nos acompañamos en este camino que llaman vida. Ella se ha vuelto mi todo, mi corazón, mi espíritu, mi respiración. 

El otoño se aleja, los árboles dejan sus vestiduras. Las calles se llenan de hojas nostálgicas y las paredes húmedas acompañan mis caminatas. Las mañanas son oscuras, cariñosas, llenas de agua que parece humectarlo todo con la sabiduría del solsticio de invierno que se aproxima. 

Mi corazón, poco a poco, vuelve a encontrar su centro. 

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