Ridículo

Lo reconozco:
Nunca fui bueno para las matemáticas.
Y cuando el destino me pide un aprendizaje exacto
Te veo dormir y al horizonte veo la ventana.

Lo reconozco:
Nunca fui bueno para las matemáticas.
La frase exacta, en el momento preciso
Y el infinito caería rendido sobre nuestros brazos.

Yo sólo sé de crispaciones,
De unicornios y de amores,
De esos “te quiero” que se dicen sin pensar.
Yo soy ridículo en la conquista de un verso,
Sólo te contemplo dormir y mis pensamientos vuelan:
¿Qué somos?
¿Qué significa esto?
¿Qué es el destino
Que cruzó hoy, geométricamente, nuestras miradas?

El sol se esconde
Y he pensado en no dormir.
Eternizar un momento que sé que no volverá.

Ridículo, el viento,
Y un deseo que se fue,
Sólo premisas vacías que se hunden en ti
Y yo que me nublo hacia lo escondido de este viaje
Y se colma en una emergencia de lo que no pasará.

Lo reconozco,
Ahora:
No soy bueno, nunca fui bueno, para las matemáticas.

Sólo sé mentirle al viento
Y nunca, a mí mismo.
Sólo sé hundirme en la moral
Y dejar que el destino fluya:
No maquinar las situaciones a mi favor,
No conquistarte en esta pieza, aunque lo quiera,
No demostrarte que quisiera quererte, a lo escondido,
Elevarme a lo ridículo, y aparentar estar tranquilo.

Lo reconozco.
Nunca fui bueno para las matemáticas:
Sé besar, sé abrazar,
Sé elevarte al firmamento.
Sé quererte, sé amarte
Ser el amor que por barcazas buscas,
Pero la ridiculez se me hace más fácil:
Porque así tú me demuestras
Que quieres que sea.
Y las matemáticas del amor
Siguen siendo incomprensibles…

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