Para los Cuartos Medios
Cuando este
año vaya terminando, y los procesos de licenciatura y finalización de todo este
proceso sean realizados, ustedes y yo estaremos tan ocupados que no podré
decirles esto. Además, me haré el insensible y consideraré que sus llantos son
ridículos. Pero ustedes saben que será broma. Que en el fondo me conmoveré
igual que ustedes. Por eso, he decidido escribirles esto antes de que la prisa
de fin de año llegue y estén corriendo todos de aquí para allá.
Solamente
tuve un año para conocerlos, pero durante este tiempo me he dado cuenta que son
personas maravillosas. Sin excepción. Es cierto que algunos nombres me los
aprendí recién ahora, o que hay algunos que incluso hoy confundo, pero también
es cierto que olvidamos hasta en qué mes estamos y que el nombre no garantiza
conocer a una persona.
He conocido
todo lo que he podido de ustedes: la ansiedad que presentan en estos momentos,
las preocupaciones que los demás colocan en ustedes, las expectativas que se
ven obligados a cumplir. Veo sus rostros cansados cada mañana, que se combinan
con la alegría de vivir propia de su adolescencia, y frente a eso no puedo
hacer otra cosa que ser empático, reírme con ustedes y apoyarlos con todas mis
energías, porque no se me ha olvidado lo que es estar en esta etapa.
Si me pongo a
recordar este breve año, lo único que puedo recordar con claridad son las risas
que nos produce tener clases. Sí, recuerdo reírnos día a día de lo que iba
pasando, de las bromas que entre ustedes se dicen, o de los momentos divertidos
que suceden sin pensarlo cuando estamos en la sala tratando de aprender. Y lo
único que quiero decirles, lo más importante, es que no olviden nunca sonreír, porque ahora comenzará la etapa más
hermosa de sus vidas:
Que cuando
sientan que no tienen energías en las mañanas, por haber estado estudiando o
trabajando hasta tarde, recuerden la alegría de vivir y sonrían a las mañanas
blanquecinas. Que cuando otras personas quieran impedir que ustedes salten en
la vida, no se peleen con sus enemigos y devuélvanles una sonrisa para dejarlos
sorprendidos. Que cuando viajen por los lugares del mundo buscando horizontes,
armando sus caminos de vida, vayan sonriendo a la ventana. Que cuando falte
dinero en sus bolsillos, hagan sonar alegremente las pequeñas monedas y no pierdan
las energías por ser felices.
Que no
olviden que la vida es una sola, y deben vivirla con esa alegría de infancia
que nunca deben desechar. Afuera está
lleno de gente amargada, que intentará hacer todo lo posible porque ustedes
dejen de sonreír, que vivan la vida como ellos. No los escuchen. Sigan su
intuición. Nunca permitan que otras personas pongan miedos suyos en ustedes:
todo lo que se propongan pueden lograrlo, si nunca olvidan sonreír. Porque
también hay gente milagrosa, gente maravillosa, que no ha olvidado el hermoso
poder de las sonrisas, y que los ayudarán en este camino hermoso que llamamos
vida. Nunca olviden que la sonrisa es el idioma universal de los inteligentes.
Con
cariño, el profe David.
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