Una Mente Confundida


En la vida estamos acostumbrados a enfrentarnos a situaciones donde debemos decidir. Desde la educación, cuando debemos responder "correctamente" versus el equivocarse, pasando por las decisiones diarias de la madurez (como un matrimonio), hasta llegar a instancias formales y de rigor como, por ejemplo, las leyes o la medicina. 

Sin embargo, como ser humano cabe preguntarse si es que hemos comprendido bien a fondo lo que implica el acto de "decidir". Es el mismo ser, el "yo", quien proyecta realidades hipotéticas con el pensamiento, frente a las cuales "opta" por unas en desmedro de  esas otras que figuran en su propia mente. Me pregunto si es que la mayoría de las personas comprende a fondo el proceso en sí de una decisión, y lo que implica en realidad este acto. 

Sólo una mente confundida es la que decide. Es necesario que comprendamos ello si es que queremos ahondar en el proceso de decidir. Si he de decidir entre A y B, es porque estoy confundido entre una opción y otra, por lo que necesito utilizar el pensamiento y sus proyecciones para escoger. Me pregunto si lo estoy expresando con claridad para el lector. Cuando no estoy confundido, no tengo que escoger, no tengo que pensar, porque ya sé cuál es la opción. ¿Necesitamos pensar para satisfacer nuestra hambre? ¿Necesitamos pensar para darnos cuenta que matar a otra persona es algo que no debería realizarse? Evidentemente no: Podemos estar confundidos entre qué cosa comer, cómo conseguirla, cuánto comer, pero no existe un intervalo de pensamiento entre el hambre y el acto de comer. También podemos estar confundidos entre la razón que llevó a una persona a matar a otra, o si es que una enfermedad o acto trajo consigo la consecuencia de la muerte, pero no tenemos que decidir ni pensar si es que matar es algo deseable o no. 

Cuando no estoy confundido, no decido, simplemente actúo. Pero cuando tengo frente a mí diversas opciones, es porque mi mente se encuentra confundida. Yo me pregunto si es que la humanidad ha visto este proceso tan simple cuando se enfrenta a una decisión. Y quisiera ir más allá, si es que el lector me lo permite: ¿Por qué decidimos? ¿Qué hay detrás de nuestra supuesta capacidad de decidir? ¿el sol acaso decide qué ruta tomar en su movimiento? ¿El gato decide si atrapar o no el ratón? ¿El gorila se preocupa de su sobrepeso, midiendo cuántas frutas debería comer? ¿Comprende el lector el estado enfermo de la mente cuando se encuentra frente a lo que llama "decidir"? 

Evidentemente, y si es que se me permite avanzar un poco más hondo en la cuestión, la decisión es una ilusión del pensamiento. No existe. Pero creemos que existe, porque creemos comprender el movimiento de la realidad y nos consideramos independientes de él, desde nuestra existencia. Al amar, no escogemos. No tengo que pensar si es que amo a mi madre o no. Si es que tengo sueño, no debo decidir si dormir o no: mi cuerpo quiere dormir. Asimismo, es evidente para mí en este punto que el cuerpo tiene su propia inteligencia, se rige por sus propia naturalidad, y precisamente esa naturalidad no tiene por qué entrar en conflicto con otro. Obviamente las vicisitudes de la vida me exigen ciertas acciones divisorias como si es que escojo tal manzana u otra, o si decido arrancar de tal peligro por el camino de la derecha o el de la izquierda. Pero esta clase de decisiones tiene que ver con el horizonte de la percepción y no con las proyecciones que el pensamiento hace acerca de la realidad y su movimiento. 

Sólo una mente confundida es la que se encuentra entre dos o más opciones. Al amar, no escojo. Porque el "decidir" pertenece a la dinámica del tiempo y el pensamiento, mientras que el amor no. 

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