Abrazar a un Niño
Estoy sentado. Toda la familia está alrededor. Lo veo alejarse caminando con dificultad. Tiene un año y algunos meses. Él es mi sobrino. Lo veo a lo lejos pero, cada vez que me ve, sonríe como alegrándose de un chiste que mi cara aún no termina de decir. A mí no me causa gracia. Esta vez quería caminar al patio. Para ello, debía bajar un pequeño escaloncito de unos diez centímetros. Me muestra su mano moviendo sus deditos, indicándome que le sostenga para poder bajarlo. Lo ayudo casi sin pensar, casi sin conmoverme. Constantemente me burlo de mis tíos y familiares: “¿Qué tan tierno le ven? Es sólo un niño, casi bebé”, siempre les digo, haciéndome el duro. Pero algo ha cambiado. A mi edad, comienzo a sentir levemente los impulsos altruistas de querer dejar descendencia. Aún no sé por qué: comenzó a serme hermosa la idea de enseñar, de ser un ejemplo para alguna persona y de apoyar con cada día de mi existencia al desarrollo de una pequeña personita. Entonces, sentado, lo observo al...