La Propuesta
Los corazones de cada ciudadano, esa tarde, se encontraban más intranquilos que el día anterior. Por alguna razón, el son irradiaba las azoteas de los edificios de una manera distinta, como si el mismísimo astro esperara una expresión de asombro que le recordara que, a pesar del ajetreo de cada trabajador, a pesar de que cada auto parecía moverse sin razón en las calles infinitas, alguien se percataba de que era iluminado por él. Era una tarde, diferente. Cada persona, por cinco minutos, debía quedarse quieta, dejar de hacer lo que estaba haciendo y mirar el televisor. Todos lo sabían: a las 7 y media de la tarde, el mandatario entregaría su veredicto. Esa tarde, el futuro de las personas de la tierra cambiaría. Al principio, nadie creía en la propuesta. Los sentimientos humanos eran demasiado importantes, demasiado propios para dejarlos ir. El hombre era, por antonomasia, un ser sentimental. La población estaba ansiosa por saber qué era lo que los eruditos pensaban de aquello, porque existía, y todos lo sabían, una diferencia abismal entre las razones que empujaban las acciones de la oligarquía y las pasiones y placeres que moldeaban el actuar de la población más común. Era, desde luego, una aseveración tajante, pero entregaba a la gente, sin excepción, una especie de tranquilidad social, no menos mundana, que les permitía, a la vez que se sentían incluidos en grupos sociales, estar conscientes de sus diferencias; era un mal necesario.
A las 7 y veinte, no volaba una pluma por las calles de todas las ciudades del mundo. Cada persona se encontraba pegada a sus televisores, receptores satelitales, computadoras; ansiosas de saber la respuesta. No es que a todos les importara, sino que era un acontecimiento demasiado importante para no prestarle atención. Unos estaban en contra, otros lo apoyaban sin pensarlo. Era asombroso saber que tales posturas estaban en un rango etario, y los años que pasaban, en las vidas de cada ser humano, lograban cambiar la visión que cada uno tenía del mundo. Algunas generaciones pasadas, y sus reminiscencias culpaban al esquema de vida, que incluso no había hecho diferencias entre occidente y oriente. Existían, claro, excepciones. Hombres y mujeres gozosos de la vida, que, no sin protestar y salir a las calles en marchas y protestas, una y otra vez, afirmaban que si la naturaleza había querido las cosas de una forma, había que dejarlas y aceptarlas, de manera feliz o estoicamente. La disputa ya no se trataba de religión ni de política, eran cosas intrínsecas del ser humano que, de no ser entendidas con el suficiente criterio y rigor, provocarían grandes diferencias entre padre e hijo, abuelos y nietos, jefes y proletarios, ricos y pobres, liberalitas y conservadores, amantes del placer y amantes de las bibliotecas.
A las 7 y veinticinco, las aves habían detenido su vuelo, preguntándose por el silencio en las ciudades. Los semáforos iluminaban en vano las calles vacías, no había una sola nube en el cielo, no había un solo niño que no estuviera en silencio junto a su madre. Los bares y las tiendas habían cesado su música, mientras que los vagabundos se acercaban lentamente a las casas, tratando de escuchar la información a través de las puertas. Finalmente, como se había previsto, el dirigente, junto a sus acompañantes, casi como en un coro celestial al unísono, dejó escuchar su voz por todo el mundo.
“Es un momento muy importante para mí el dirigirme a ustedes, en cada una de las casas de todo el mundo para interrumpir sus tan valiosas labores. Un momento de reflexión, de pensamiento en nuestro interior, porque un momento así no tiene precedentes. Como ustedes sabrán, durante todo este último año la propuesta ha estado en la mente de todas las personas del mundo. Fue ideada en conjunto por especialistas, psicólogos de todo el mundo. La propuesta ha sido elaborada de manera conjunta por todas las naciones del mundo, analizando los cursos de la historia y del cauce humano, y sabemos a lo que nos enfrentamos en un mundo que progresa. El progreso se afianza gracias al apoyo de cada ciudadano, entregando su trabajo para los demás, y así el mundo crece…”
Seguramente, el mandatario no sabía la gravedad del asunto que estaba tratando. Cada persona en sus hogares estaba consciente de que trabajando, pagando sus impuestos, y consumiendo de manera debida las bienes de consumo que el mercado le entregaba, hacía funcionar un esquema en el mundo, pero debido a la propuesta, ese ciudadano, en ese momento, no pensaba en aquello, sino en el amor que le tenía a su hijo, a los recuerdos que tenía de su difunta madre o del viejo amor de su juventud con el cual tuvo su primer beso. Era algo mucho más complejo, pero desde luego, un burócrata no podría conocer las pasiones de un hombre libre.
“…y debido a las intenciones de la propuesta, y sus visiones a futuro, consideramos que es de suma importancia que se tome con la seriedad necesaria, siempre supervisada no sólo por el gobierno, sino por el buen criterio de las familias de todo el mundo. Se dispondrán de manera inmediata móviles que recorrerán cada ciudad del mundo, cada calle, cada avenida, para entregarles el servicio a quien quiera aceptarlo. Se recuerda y se hace un hincapié de manera reiterativa: aceptarla no es una obligación para ninguna persona.”
Algunas personas, en sus casas y en sus oficinas, abrazaban a sus compañeros y pares, aún con la esperanza que la propuesta no fuera aceptada. Se trataba de la esencia de las personas, de las pequeñas felicidades de los días comunes, que alguna gente no era capaz de entender. ¿Cómo iban a saber esas personas exitosas, dedicadas a su trabajo y que dejaban a sus madres en asilos porque les molestaban en su carrera de triunfo, que tales virtudes y goces eran para algunos la razón fundamental de la vida? ¿Cómo iba a saber el mandatario, que detrás de su armario y de sus zapatos costosos, se encontraban horas y horas de dedicación y pasión? La razón estrechamente acrecentada era casi sinónimo de desconocimiento. Pero la decisión estaba tomada.
“…Y conforme a las razones de los eruditos de todo el mundo, y confiando en la buena aceptación de la población, declaro oficialmente que desde este momento, la propuesta queda finalmente aceptada.”
Esa tarde, luego del silencio absoluto en todas las ciudades del mundo, hubo protestas. Tal vez de manera desesperada, tal vez de manera tonta, grupos de personas en todos los países salieron a golpear los automóviles, a romper las vitrinas de las tiendas, casi en un intento inconsciente de mostrar el último vestigio de sentimiento humano que quedaba en todo el planeta. Esa tarde, y luego esa noche, la policía no salió las calles a aplacar las masas. Quizás no fue un acto muy sensato, quizás fue por compasión, para dejar que los humanos mostraran sus emociones de manera libre, como antaño tantas guerras se habían librado, dejando en claro la naturalidad del espíritu humano.
La mañana siguiente, cuando el móvil pasó frente a todas las casas, había filas de personas esperándolo. Las voces se escuchaban desde el interior de las casas.
“Estoy aquí porque ya no necesito recordar que mi esposo murió. Reconozco que fue bello, que mis años pasaron de manera fructuosa, pero no quiero recordar cada noche que estoy sola, que mi cama es fría, que a mis setenta años estoy en esta casa y que mis nietos se han olvidado de mí.”
“Sí la entiendo, señora, pero entiéndame que si lo hace, ya no sentirá lo mismo cuando vea el atardecer, o cuando vea una bella película, cuando acaricie a su gato, cuando esté despertando y el sol esté alto en su ventana.”
“Estoy aquí porque necesito dedicarme mejor a mi trabajo. Sé que puedo ser eficiente, pero soy cojo y no podía desempeñarme bien porque me preocupaba lo que pensaran de mí. Ahora no me preocupará. “
“estoy aquí porque ya no me preocupará que me vean en silla de ruedas.”
“estoy aquí porque debo ir a trabajar al extranjero, así no extrañaré a mi familia cuando la sienta lejos.”
“estoy aquí porque así no me dolerá cuando otra vez una novia rompa conmigo. “
Muchos de mis conocidos se aplicarían la vacuna que entregaría la propuesta. Yo no quería. Salí a la calle a impedir que lo hicieran. Traté de explicarles que ya no sería lo mismo cada día, que la vida no tendría sentido.
“La vacuna es inmediata. Una vez que lo inyectemos, las hormonas e impulsos nerviosos de su cuerpo que producen lo que se conocen como sentimientos se reducirán en un 98%, de modo que sólo sentirá los sentimientos básicos, e instintos. Será más eficiente, no tendrá miedo al fracaso, ni frustración, ni enojo, ni ira, ni pena, ni dolor, pero tampoco lo que llamamos amor, ni felicidad ni placer. Sólo la información si se provoca una herida, una infección, un ascenso. Si acepta, firme aquí…”
¡Pero acaso no entienden! La vida no tendrá validez, seremos esclavos de nuestros logros, de nuestro éxito laboral. Yo por mi parte prefiero equivocarme, caer, sentir pena porque soy humano, estoy vivo. Ya no podrán sentir lo mismo cuando los abracen, cuando se casen, se enamoren, cuando se enfermen, ¡cuando se mueran!
…Los que ya habían sido vacunados, se retiraban caminando lentamente a sus casas. Miraban a todos lados, pero su vista era vacía, parecía que no miraran a ninguna parte…
Mis pares ya habían firmado. Ellos ya no sentirían lo mismo cuando los abrazara, cuando les regalara su obsequio de cumpleaños, cuando los saludara. Podría besar a todas mis compañeras de trabajo y no se inmutarían para nada. Pensé que sería cosa de tiempo para que todo el mundo aceptara la propuesta. En mi avenida, yo era el único estúpido que no había firmado. Al final, el médico sobre el vehículo me pasó el lápiz.
“La vacuna es inmediata. Una vez que lo inyectemos, las hormonas e impulsos nerviosos de su cuerpo que producen lo que se conocen como sentimientos se reducirán en un 98%, de modo que sólo sentirá los sentimientos básicos, e instintos. Será más eficiente, no tendrá miedo al fracaso, ni frustración, ni enojo, ni ira, ni pena, ni dolor, pero tampoco lo que llamamos amor, ni felicidad ni placer. Sólo la información si se provoca una herida, una infección, un ascenso. Si acepta, firme aquí…”
Esa vez fue la última que el sol brilló de una manera especial.
Creado por David Rodríguez.
Propiedad Legal y Derechos Reservados.
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